domingo, 18 de septiembre de 2016

UNA SANTA QUE NO CREÍA EN DIOS, Por Leonardo Boff (Fuente:http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=792)

Leonardo Boff, teólogo de la liberación

Una santa que no creía en Dios
2016-09-14

Madre Teresa de Calcuta


Dejemos a un lado, por un momento, las cuestiones políticas y ocupémonos de un tema de gran relevancia existencial y espiritual. Se trata de la noche oscura que la recién canonizada Madre Teresa de Calcuta vivió y sufrió desde 1948 hasta su muerte en 1997. Tenemos los testimonios recogidos por el postulador de su causa, el canadiense Brian Kolodiejchuk en el libro Come Be My Light (Ven, sé mi luz).

Como es sabido, la Madre Teresa vivía en Calcuta recogiendo moribundos de las calles para que muriesen humanamente dentro de una casa y rodeados de personas. Lo hacía con extremo cariño y completa abnegación. Todo indicaba que lo hacía a partir de una profunda experiencia de Dios.

Cuál no sería nuestra sorpresa cuando nos enteramos de su profundo desamparo interior, verdadera noche sin estrellas y sin esperanza de un sol naciente. Esa pasión dolorosa duró casi 50 años. Ya en agosto de 1959 escribía a uno de sus directores espirituales: «En mi propia alma siento un dolor terrible. Siento que Dios no me quiere, que Dios no es Dios y que Él verdaderamente no existe».

En otra ocasión escribió: «Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan profundo que me hace daño; un sufrimiento continuo y con él el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin cuidado; el cielo no significa nada para mí, me parece un lugar vacío».

Sabemos que muchos místicos testimonian esta experiencia de oscuridad. Lo constatamos en san Juan de la Cruz, en santa Teresa de Ávila, en santa Teresa de Lisieux, entre otros. Esta última, tan dulce, expresión de la mística de las cosas cotidianas, escribió en su Diario de un Alma: «No creo en la vida eterna; me parece que después de esta vida mortal, no existe nada: todo desapareció para mi, solo me queda el amor».

Es conocida la noche oscura de san Juan de la Cruz, tan bien expresada en su poema “La noche oscura”. Él distingue dos noches oscuras: una, la noche de los sentidos por la cual el alma vive sin consuelos espirituales y en una tremenda sequedad interior. La otra es la noche del espíritu “oscura y terrible” en la cual el alma ya no consigue creer en Dios, llega a dudar de su existencia y se siente condenada al infierno.

Especialmente la modernidad, centrada en si misma y perdida dentro del inmenso aparato tecnológico que creó, vive también esta ausencia de Dios que Nietzsche calificó como «la muerte de Dios». No es que Dios haya muerto, porque entonces no sería Dios. Es que nosotros lo matamos, es decir, Él ya no es un centro de referencia y de sentido. Vivimos errantes, solos y sin esperanza.

Dietrich Bonhöffer, teólogo mártir del nazismo, captó esta experiencia, aconsejándonos vivir «como si Dios no existiese» (etsi Deus non daretur), pero viviendo el amor, el servicio a los demás y cultivando la solidaridad y el cuidado esencial.

Sospechamos que Jesús conoció esta noche terrible. En el Huerto de los Olivos se sintió tan solo y angustiado que llegó a sudar sangre, expresión suprema de pavor. En lo alto de la cruz, grita al cielo: ”Padre, ¿por qué me has abandonado?” No obstante esa ausencia de Dios, se entrega confiadamente: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Se despojó de todo. La respuesta vino en forma de resurrección como la plenitud de la vida.

La noche oscura de Madre Teresa al punto de decir: «Dios verdaderamente no existe» nos deja un interrogante teológico. Descompone todas nuestras representaciones de Dios. “A Dios nadie lo ha visto jamás” dicen las Escrituras. Es «nuestro saber no sabiendo, toda ciencia transcendiendo» al decir de San Juan de la Cruz. Creer en Dios no es adherir a un dogma o doctrina. Creer es una actitud y un modo de ser; es adherirse a una esperanza que es “la convicción de las realidades que no se ven” (Hebreos 11,1), porque lo invisible es parte de lo visible. Creer es una apuesta, según dice Pascal, que conoció también su noche oscura.

Simone Weil, la judía que en la última guerra se convirtió al cristianismo pero no quiso bautizarse en solidaridad con sus hermanos condenados a las cámaras de gas, nos da una pista de comprensión: «Si quieres saber si alguien cree en Dios, no te fijes en cómo habla de Dios sino en cómo habla del mundo», si habla en forma de solidaridad, de amor y de compasión. Dios no puede ser encontrado fuera de estos valores. Quien los vive está en dirección a Él y junto a Él aunque niegue a Dios.

La Madre Teresa de Calcuta amando a los moribundos estaba en comunión con el Dios escondido. Ahora que ya se transfiguró vivirá la presencia de Dios cara a cara en el amor y en la comunión.











jueves, 15 de septiembre de 2016

LA CREACIÓN DE UNA DELAWARE LOCAL, Por Ricardo Augusto Nissen (Fuente: Página12, 14/09/16)


Ricardo Augusto Nissen

1. Existen en el mundo dos sistemas de control de la constitución y funcionamiento de las sociedades. El primero, adoptado desde siempre por la República Argentina, se basa en un profundo control, por parte de un organismo especializado de las actuaciones societarias y corporativas, que se conoce como “control de legalidad”, para evitar el mal uso de estas personas jurídicas y el enmascaramiento de personas humanas detrás de su fachada, para esconder y ocultar actuaciones non sanctas y patrimonios casi siempre mal habidos. El segundo método es el que se utiliza fundamentalmente en las guaridas fiscales, según el cual el o los interesados en constituir una sociedad, se limita a llenar un formulario y entregarlo a un funcionario que se ocupa formalmente de registrarla, sin el menor control de su parte.

2. La cuestión no carece de interés ni de efectos sustanciales para los argentinos. Mediante el primero de esos sistemas, el organismo estatal de control previene la existencia de futuros conflictos, pues con un adecuado control del capital y del objeto social, de los datos de los socios o accionistas, del régimen de representación o de la garantía ofrecida por sus directores por el mal desempeño de sus funciones, se evita insertar en el mercado a entidades insolventes o integradas por personas que solo buscan actuar sin responsabilidad a través de testaferros de papel. El segundo sistema no garantiza absolutamente nada, sino solo una economía de costos y rapidez en el trámite, que permitirá a la persona jurídica actuar sin limitaciones y sin garantías para todos aquellos terceros que se vinculen de una manera u otra. Esposas y herederos defraudados en sus derechos, trabajadores que jamás podrán percibir sus acreencias laborales, concursos preventivos amañados; sociedades desaparecidas o trasvasadas, inmuebles y otros bienes registrables inscriptos a nombre de sociedades sin actividad, son algunos ejemplos que avalan lo expuesto cuando el Estado no controla nada.



3. El traspaso de la Inspección General de Justicia a la órbita comunal implica un claro retroceso en la seguridad jurídica de los habitantes de esta ciudad, pues con la excusa de otorgar mayor agilidad a los trámites societarios, se prevé la derogación del régimen informativo que deben brindar las sociedades constituidas en el extranjero o la eliminación del requisito de la “pluralidad sustancial de socios”, entre otras innovaciones, que son verdaderos pilares para evitar fundamentalmente el fraude empresario. No olvidemos lo acontecido en el caso Cromañón, en el año 2004, o la constatación de la existencia, en el año 2003, de mas de 15.000 inmuebles inscriptos registralmente a nombre de sociedades offshore, cuyos verdaderos propietarios eran conocidos por todos.

La idea es, con el traspaso de la IGJ a la Ciudad, derogar las resoluciones 7/2005 y 7/2015, verdaderos baluartes para la protección de terceros, como lo viene haciendo actualmente las autoridades de la IGJ, al eliminar la inescindible relación que debe existir entre capital social y el objeto de la sociedad, así como la existencia del objeto único, remedios éstos que son indispensables para evitar la infracapitalización societaria y extender la responsabilidad de la sociedad a sus socios, cuando mediante el aporte de unos pocos pesos a la misma, pretenden ser totalmente ajenos a los riesgos empresarios, que de esa manera trasladan a terceros.



4. El pase de la Inspección General de Justicia al ámbito del Gobierno de la Ciudad está, sin embargo, lejos de concretarse, pues existe una medida cautelar vigente en el juicio de inconstitucionalidad de la ley 2875, promovida por la Fiscalía de la Cámara Nacional en lo Comercial que impide ese traspaso. Del mismo modo, esta nueva iniciativa macrista requiere la derogación de la “Ley Cafiero”, mediante la cual la Nación se reservó el ejercicio de funciones de control en la constitución y funcionamiento de las personas jurídicas, que actualmente ejerce la Inspección General de Justicia. Pero tal es el afán por parte de este gobierno empresario de fundar una especie de “Delaware” en la República Argentina, que las actuales autoridades de la Inspección General de Justicia ignoran dolosamente esa medida cautelar vigente, a punto tal que ya han sido designadas las autoridades de este nuevo organismo, habiendo sido incluso anunciado públicamente ese traspaso para el mes de abril del año 2017, lo cual brinda mucho material de reflexión en torno a la influencia que lamentablemente ejerce el Poder Ejecutivo Nacional sobre algunos miembros del Poder Judicial.

5. De concretarse esa iniciativa, se retrocederá muchos años en la lucha por la transparencia de los actos de las personas jurídicas, que se endureció en el año 2003, en una época en que, en materia de fraude societario o corporativo, la Argentina “era una fiesta”. Pero lamentablemente todo hace pensar, a pesar de las permanentes declamaciones del actual gobierno, que la transparencia en la actuación de las personas humanas y colectivas no es una prioridad ni muchísimo menos.


¿Como podría serlo, si al mismo presidente de la Nación, Mauricio Macri, le ha sido descubierto, por medios totalmente confiables, que gran parte de su actuación empresaria fue realizada, desde hace mas de 30 años, a través de compañías ficticias constituidas en guaridas fiscales? ¿Como puede creerse en la búsqueda de la transparencia, cuando ha quedado al descubierto el escandaloso “caso Michetti”, en el cual quien ejerce actualmente la vicepresidente de la Nación se ha valido de una fundación creada con fines diferentes al propósito de su constitución y se omitió cumplir en torno a la misma, con todos las exigencias previstas por la Inspección General de Justicia. Estos dos casos, sumados a la actividad offshore del Intendente de la Ciudad de Lanús, Héctor Grindetti, se caracterizan por el hecho de que sus responsables faltaron groseramente a la verdad al momento de dar a la ciudadanía las explicaciones correspondientes, mediante argumentos incoherentes y casi siempre contradictorios.

Apoyan estas conclusiones la incomprensible actitud omisiva de la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, tan activa y denunciante en otras épocas y cuyo silencio actual hace presumir que la corrupción depende, para ella, de la ideología del supuesto corrupto.
Laura Alonso, otrora implacable, ahora, muy atenta con el establishment


6. La utilización de personas jurídicas ficticias y el aprovechamiento de su actuación en el mercado para ocultar actuaciones y patrimonio han sido una constante en el ambiente de la gente adinerada, así como de las dirigencias empresarias, asesorados por muchos de los grandes estudios jurídicos y contables. Por el contrario, el enmascaramiento societario no es solución accesible para la gente común, que son las principales víctimas de ese proceder, y lo mismo puede predicarse en torno a la constitución de fundaciones y asociaciones civiles, en donde esa actuación simulatoria ha sido y es moneda corriente, desde hace muchos años. Basta al respecto recordar el caso de la “Fundación Bicentenario”, del año 2005, cuya autorización para funcionar fue denegada por la IGJ por carecer originalmente de un capital fundacional significante, a pesar de que dicha entidad –liderada por aquel entonces por el hoy Presidente del Banco Ciudad de Buenos Aires, Juan Curuchet– había gastado una fortuna en solicitadas en los principales diarios “independientes” para cuestionar la designación del Dr. Eugenio Zaffaroni como integrante de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Y en el mismo sentido, también viene a nuestra memoria, hablando ya de asociaciones civiles convertidas en simples fachadas en la defensa de intereses corporativos, la actuación que le cupo, allá por el año 2011, a la denominada “Asociación para la Defensa de la Competencia”, que era una entidad sin fines de lucro que no estaba habilitada para interponer acciones en defensa de intereses colectivos, y que utilizó el “Grupo Clarín” para defender judicialmente los intereses de Cablevisión. Lo verdaderamente curioso de este antecedente es que dicha asociación estaba integrada y presidida por el actual ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carlos Fernando Rosenkrantz, y por Gabriel Bouzat, tesorero de referida entidad y socio de aquel en un estudio jurídico, cuyo domicilio coincidía con el de la referida entidad y entre cuyos clientes estaba el Grupo Clarín, siendo para ese entonces su única actuación la de presentar un amparo a favor de Cablevisión. Ello se conoce, en nuestro derecho, como abuso de la personalidad jurídica y encuentra concreta solución en los artículos 54 de la ley 19550 y 144 del Código Civil y Comercial de la Nación.

* Ex inspector general de Justicia y profesor titular de Derecho Comercial y Societario de la UBA.

lunes, 12 de septiembre de 2016

PRIMERAS INSINUACIONES SOBRE EL MÉTODO FILOSÓFICO EN WALTER BENJAMIN, Por Claudio Javier Castelli



Walter Benjamin

Primeras insinuaciones sobre el método filosófico en Walter Benjamin, Por Claudio Javier Castelli


Se toma como base el libro “La dialéctica en suspenso, Fragmentos sobre la historia”, Walter Benjamin, Traducción, introducción y notas Pablo Oyarzún Robles, Santiago de Chile.

I.                  Introducción

Dice OYarzún en el artículo “Cuatro señas sobre experiencia, historia y facticidad. A manera de introducción”: “Las “señas” que siguen (incluida ésta) no pretende inducir una determinada lectura de los textos de Benjamin recopilados en este volumen. La idea misma de la recopilación está inspirada en el convencimiento de que no es posible  -ni deseable- la clausura de tales textos en su sistema ya resuelto de legibilidad. Junto a las célebres “Tesis de filosofía de la historia”, como se le ha solido llamar, aparecen aquí las distintas variantes de su elaboración, los fragmentos sobre teoría del conocimiento de  La Obra de los pasajes, y el temprano  “Fragmento teológico-político”. Pero no se los adjunta a la manera de satélites que orbitaran alrededor de un centro fijo, sino que se incluye a todos los textos como estelas de un complejo movimiento, que en su trazado notoriamente inconcluso quiere expresar el verdadero centro” (ibíd. Pág.7).

Por ejemplo “las tesis, que antes que épitomes de un saber cierto, son tomas de posición en la lucha, no integran un cuerpo que pudiere ser llamado, sin fractura, una “filosofía de la historia” (ibíd, nota 1, pag.7).

El “temprano apunte “teológico-político” contribuye a mostrar que el movimiento de que hablábamos dibuja un arco mucho más amplio de lo que se podía creer a primera vista, en verdad, el arco de una trenza, cuyas hebras convergen desde extremos opuestos (digamos, por simplificar, la metafísica juvenil y el materialismo de la madurez) hacia un cruce inaudito: el venir inminente del Mesías, como dinamismo esencial de la historia” (ibíd. Pág.8).

“Es una característica esencial del pensamiento de Benjamin proponerse tareas cuya irreazabilidad puede ser establecida a priori” (ibíd. Pág.8).



Con estas citas “queda definida inmediatamente su comprensión peculiar de método en filosofía. Mientras que éste ha sido tradicionalmente concebido como el saber acerca de los principios y procesos en virtud de los cuales puede decidirse la resolubilidad de los problemas epistémicos –y es, por lo tanto, el fundamento formal de la unidad de los contenidos posibles del conocimiento en una esfera dada-, en Bemjamin adquiere el significado de una reivindicación de los fueros de la materia cognoscible. La convicción profunda alojada en esta actitud hacia el método atañe esencialmente a la idea de verdad que éste implica. La concepción tradicional del método consiste en la proyección y aseguración de la verdad de los conocimientos que hace accesibles. Esta idea, desde el punto de vista benjaminiano, es unilateral, en la misma medida en que es, literalmente, arbitraria: hace depender la verdad del albedrío proyectivo del método. De este modo, no aferra la verdad, sino más bien la representación que se hace de ella, y que se propone en sustitución de lo conocible. . La idea dominante se limita a preconcebir la verdad a la medida de su representación, es decir, de su intención, de su voluntad de verdad, olvidando precisamente aquello que una vez –y otra, y otra- ha despertada esa intención: un azar, un peligro, un presentimiento, una obstinada aspereza de lo real” (Ibíd. Pág.9).

Pablo Oyarzún Robles
“La verdad jamás entra en una relación, y especialmente no en ninguna relación intencional. El objeto del conocimiento como uno que está determinado en la intención conceptual, no es la verdad. La verdad es un ser libre de intención conformado de ideas. Po reso, el comportamiento conmensurable con ella no es un mentar en el conocer, sino un absorberse y desaparecer en ella. La verdad es la muerte de la intención” (W. BENJAMIN “Prólogo empistemocrítico al Origen del drama barroco alemán”, cit. Por Oyarzún, nota 2, pag. 9, Ibíd.)

La crítica de Benjamin al método habitual de los filósofos denosta la formalidad del mismo, la arbitrariedad de la representación, que se extiende a todo el horizonte del texto, de la investigación, o discurso que se esté llevando a cabo. ¿No radica este en ideas, no es más pleno, más abundante, cuando las ideas empujan otras ideas? ¿Pero cómo nacen esas ideas? Tal vez por azar, un peligro, un presentimiento. Queremos detenernos aquí en la idea de presentimiento.

El presentimiento, según la última edición, del diccionario de la Real Academia Española es  la acción y efecto de presentir. Y el presentir:

Del lat. praesentīre.

Conjug. c. sentir.

1. tr. Intuir o tener la impresión de que algo va a suceder.

2. tr. Adivinar algo antes que suceda, por algunos indicios o señales que lo preceden.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados.

Se acerca a lo que entendemos nosotros por el presentir: intuir, tener indicios de ideas específicas, que surgen al compás de la lectura de un texto filosófico. Para nosotros pensar es conceptualizar el presentir, que surge naturalmente de esas lecturas, cuando acompañamos concentradamente, y abiertos en todas las sensibilildades, cualquier lectura. Pero este presentir es, casi siempre, la síntesis categorial, que abre mundos. Que abre perspectivas. Si bien es una síntesis, se relaciona con todas las lecturas que una persona haya hecho. Sobre todo las metafísicas. Sobre todo, en mi caso, la hegeliana, que de alguna manera, sobrevuela todas mis lecturas. Cuando los textos son más intensivos, más tensos, más brillantes y duros, van surgiendo las ideas sintéticas, que uno debe ir anotando en un block o cuaderno de apuntes. Es claro que todos y cada uno, tiene su método específico para pensar.

“Un azar, un peligro, un presentimiento, una obstinada aspereza de lo real” (ibíd. Pág. 9) puede haber determinado esa intención, que después se endereza en todo el texto. Tal hipótesis metodológica es arbitraria para Benjamin, pero de alguna manera rescata, la forma en que ese origen representativo, pudo haber sido formulado. Borges dice, en algún lugar, ironizando sobre esa forma de proceder científica, que se trata de ideas que “de antemano” se han adoptado, para extenderlas durante el escrito científico.

Sin embargo, es la idea dominante de método, operante también en esta maestría. Se requiere criterios epistemológicos, muy específicos para que pueda un texto, ser considerado científico. Donde abunda la epistemología es porque se ha enterrado la libertad de pensar a lo largo de todo el texto, de abrir mundos, al libre talento y desarrollo personal de cada maestrando. He aquí, la causa fundamental de nuestra decadencia filosófica. Sólo nos está dado repetir, lo que otros dijeron ya. Solo nos está dado interpretar, por más libertad que encierre esa interpretación, nunca será más libre que la creación de mundos. No sé, acaso, si soy capaz de realizarlos, pero creo que esa debiera ser la tarea de una maestría en filosofía del derecho.

Immanuel Kant
Comparte con W. Benjamin “la muerte de la intención”. Digamos, uno puede tener esa intención primigenia –nacida del azar, por ejemplo-, pero cuando comienza a relacionar las ideas, y encontrarse con la página en blanco, el fluir es guiado por el presentir, la sinrazón, la razón, el impulso estético, la voracidad del lenguaje.

Es como si toda la tarea científica  se hubiera detenido a imitar al filósofo Immanuel Kant, cuya preocupación principal fue los límites de nuestro conocer, y la crítica de los instrumentos de ese conocer.  Hegel demuele esa precaución kantiana. “Es como afinar el lápiz”, y no decidirse nunca a “tirarse al agua” de la filosofía. Esta es como aprender a nadar, se aprende en el agua. (Es la misma sentencia escolástica, de San Anselmo).
Georg W. F. Hegel

En Hegel, es un círculo, el conocimiento es circular, el fundamento primero del inicio de la lógica, por ejemplo, (ser, nada, devenir), es lo que se va repitiendo a lo largo de todo el desarrollo, pero cada categoría va uniendo un matiz diferente; de esa forma el círculo es infinito, formado en espiral infinito. La idea es la unión del concepto y la realidad.

W. Benjamin puede mostrarse crítico de esa concepción hegeliana. Pues, Benjamin, en su nihilización “no suprime el conocimiento, aunque transforma su índole; afecta, sí, a su voluntad de dominar lo conocible, que inevitablemente lleva a cabo la preterición de este, en favor de la instalación del conocimiento en el presente. La nihilización se revela, pues como una temporalización sin reserva del conocimiento y su verdad. Así el concepto benjaminiano del método –paradójico, puesto que exige resignar la voluntad de conocer, sin la cual no sólo el método, sino el conocer mismo pareciera no ser pensable, en favor de la insustituible singularidad de lo conocido-, dicho concepto, pues, quiere corregir la arbitraria unilateralidad de la verdad, estableciendo el vínculo indisociable, aunque infinitamente frágil (está hecho de tiempo), de verdad y justicia. La regla fundamental de este vínculo – y así también del método que procura su establecimiento- podría enunciarse en estos términos: si nuestro conocimiento no hace justicia a lo conocido, no puede reclamar para sí la verdad. Es precisamente esta exigencia la que define al conocer como una operación de rescate, la que designa la redención como una categoría, la más alta, del conocer. EL VERADERO CONOCIMIENTO ES EL CONOCIMIENTO REDENTOR” (ibíd. Pág. 9/10).

redentor, ra

Del lat. redemptor, -ōris.

Escr. con may. inicial en acep. 2.

1. adj. Que redime. U. t. c. s.

2. m. por antonom. Jesucristo. El Redentor.

3. m. En las órdenes religiosas de la Merced y la Trinidad, religioso nombrado para hacer el rescate de los cautivos cristianos que estaban en poder de los sarracenos.

redención

Del lat. redemptio, -ōnis.

1. f. Acción y efecto de redimir.

2. f. por antonom. redención que Jesucristo hizo del género humano por medio de su pasión y muerte.

3. f. Remedio, recurso, refugio.










redimir

Del lat. redimĕre.

1. tr. Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio. U. t. c. prnl.

2. tr. Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título.

3. tr. Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen.

4. tr. Librar de una obligación o extinguirla. U. t. c. prnl.

5. tr. Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia. U. t. c. prnl.



Claudio Javier Castelli
Buscamos en la última edición, del diccionario de la real academia española, los sentidos de la palabra redentor, redención, y redimir, para acercarnos a la idea de W. Benjamin, que tiene esa idea de liberar un dolor, una angustia religiosa.


En Hegel, el pensar sólo puede entenderse  como sistema, pero Hegel, entiende como sistema, a la ciencia, aquello que al finalizar requiere la necesidad de su punto de partida. Se ha malentendido esta idea circular como cerrada, donde no puede agregarse nada extraño del mundo, que no esté en los presupuestos de su punto de partida. Es fácil hacer esa crítica. Lo que es imposible hoy es hacer esa lectura de Hegel.  Así lo entendieron, quienes lo encerraron en el materialismo dialéctico. Decimos que es imposible hacer esa lectura, porque por ejemplo, en la “Ciencia de la Lógica”, cada matiz circular, como dijimos es infinito, y carga consigo, a todo lo que constituye la realidad exterior, preñada de la subjetividad conceptual.

De todas formas, Benjamin no aceptaría esta dialéctica, sin libertad, sin la existencia de inconclusiones, sin fragmentos, retazos, pasajes, que se encuentren en la experiencia religiosa.

Si bien el tema de la experiencia religiosa en W. Benjamin es tema para otro trabajo, podemos apuntar aquí, que “bien podría designarse a la muerte, a la caducidad esencial de lo que “es”, como el instante (Augenblick) de la experiencia –aquello que, sin ser jamás tema de experiencia, es, sin embargo, su condición insuprimible, la condición de temporalidad- , que rompe de antemano su articulación categorial, y convierte lo que habría sido el campo continuo de despliegue del sujeto encrucijada del riesgo inesquivable. Instala la esencia de la Erfabrung en la inminencia del peligro (Gefahr). Probablemente sea el atisbo de este vínculo lo que llevaba al joven Benjamin a privilegiar la experiencia religiosa como paradigma de profundidad: no consistiría esta última en la confiada acentuación de la identidad del cognoscente, sino en la dislocación aguda del sujeto, cierto de sí y asentado en el dominio de su familiaridad, en otro, sabedor de la caducidad, precario, por eso mismo, pero fervorosamente tenaz en el cuidado de la pobreza que es su única, problemática y paradójica posesión” (…) “De ser así, entonces, el principio de la experiencia religiosa, aquel que precisamente está en el origen mismo de la posibilidad de la religación, pero que también, y sobre todo, es el ritmo esencial de la experiencia misma, podría ser designado con ayuda de un término empleado ocasionalmente por el Benjamin maduro: Einfall, el ser asaltado por la alteridad radical como aquello que me ha determinado infaltablemente, sustrayéndose, sin embargo, al capital de mi saber presente. La convicción benjaminiana acerca de ese ritmo rebate toda posibilidad de traer lo experienciado a la estabilidad de un marco categorial, de un orden trascendental. Para el Benjamín maduro se hará claro que su carácter de shock, y su efecto  esa especie de vuelco alucinatorio que es propio, no ya del centro místico de lo religioso, sino de la experiencia puramente fronteriza del despertar” (ibíd. Pág. 17/18).

El ser asaltado por lo radicalmente otro, que no se detiene en la intuición mística, sino que resalta la “experiencia fronteriza del despertar”.

Quien escribe este texto, es también religioso, aunque no le gusta la palabra religioso, porque se ha deteriorado, hacia la idea de rito, artificio, sin espíritu, y ha perdido el don central de la religación, entre cielo y tierra. La experiencia mística, en la unión absoluta con algo radicalmente otro, que subyuga nuestro ser, lo sacude en plenitud de gozo y paz, las antinomias de la existencia desaparecen, en una armonía originaria de todo el universo. Ese arrebato, presupone, después de la vivencia, un despertar de los sentidos al mundo, donde todo es descubierto como la primera vez. En ese despertar pone énfasis W. Benjamin. En nosotros es espíritu (neuma: hálito finísimo), que da vida a todo lo existente e inexistente.



Claudio Javier Castelli, Septiembre de 2016.








viernes, 9 de septiembre de 2016

EL DERECHO ES LUCHA, Por Eugenio Raúl Zaffaroni (Fuente: Página12, 7/09/16)


Rudolf von Ihering

En la canción de Tom Jobim que usted, Julio Maier, cita en su columna de opinión publicada el lunes 5 en Página/12, la felicidad tiene fin y la tristeza no. Pero en el derecho ninguna de ellas lo tiene, porque hay momentos de avance y otros de retroceso. A veces pierde la pulsión hacia la dignidad de la persona.



Pero calma, Julio. Usted no desperdició su vida ni mucho menos. Siempre empujó en la dirección correcta, como el más distinguido teórico del derecho procesal penal de toda la región.

Creo que –como tantos otros– hizo prosa sin quererlo porque luchó y lucha, y siempre el derecho es lucha. Para los trogloditas conviene aclarar que no lo dijo Marx, sino Rudolf von Jhering.

No puede ser de otro modo, porque el derecho siempre es político. Escribimos para que los jueces nos hagan caso en sus sentencias. Los jueces son un poder del Estado, cada sentencia es un acto de gobierno y, como tal, el derecho nunca puede ser neutro respecto del gobierno de la polis, jamás puede ser no ideológico, porque siempre expresa una cosmovisión, un sistema de ideas. La cuestión está en saber qué ideas expresa.
Eugenio Raúl Zaffaroni


Usted siempre estuvo de un lado, luchando por un derecho que tratase a todo ser humano como persona. ¿Acaso pensó no encontrar resistencia en esa lucha? ¿Creyó que alguna vez y por un rato no nos torcerían la mano en la pulseada?

Querido Julio: sus propias ideas provienen de anteriores luchas. De Túpac Amaru y los comuneros, de los quilombos, de los héroes de la Independencia, de las burguesías europeas del siglo XVIII, de nuestros caudillos federales, de los movimientos populares latinoamericanos, de conflagraciones con millones de muertos. Siempre los derechos resultaron de luchas políticas y les dieron forma a sus logros.
Julio Maier


Es verdad que hay traidores que quieren detener la dinámica de la historia para degradar al ser humano, como tampoco faltan escribas que con tales fines corrompen los más nobles conceptos jurídicos.

Si bien esto es particularmente indignante en una región con cientos de miles de víctimas del subdesarrollo y del colonialismo financiero transnacional, lo cierto es que en todos los tiempos hubo mercenarios dedicados con empeño a estos despreciables menesteres. Nunca faltaron los ingenuos y perversos que quisieron reducir el derecho a una técnica neutra, pretendiendo que el maloliente producto de su olla de bruja sea útil tanto a las democracias como a las dictaduras criminales. Para eso se eleva la lógica a ontología y se fabrica un complejo aparataje funcional a la concentración de riqueza.

Pero usted, querido Julio, nunca fue un aséptico teorizador de algo tan despreciable que pueda servir tanto como tostadora para el desayuno o como instrumento de tortura del vecino.

No Julio, usted no desperdició la vida, ni tampoco el derecho es algo inservible: es el medio necesario para empujar la política de respeto a la dignidad humana, en la lucha en que usted participa como pocos, con su saber y su pasión y, más aún, con su ejemplo de vida.

Pero así es la vida del derecho: no tiene fin, ni en sus logros ni en sus fracasos. Es un unfinished, siempre en lucha, dinámico y, sobre todo, partisano, jamás neutro. No es posible ser neutral ante la negación de la dignidad humana, y es necesario ser partisano para luchar por su avance en la historia.

¡Vamos, Julio! ¡Todo jurista es político! Proyectamos jurisprudencia y actos de gobierno de la polis. No se niegue como político y, por ende, no lamente que el derecho sirva a la política, porque conforme a la naturaleza de las cosas no puede ser de otro modo.

La cuestión es hacerlo consciente y saber en todo momento que se responde a una política humana y no a una inhumana. Estamos del lado del derecho humano, pero sabemos que enfrente tenemos un derecho inhumano.

Julio, ¡bienvenido a la lucha en que siempre estuvo!

* Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ex miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Tristeza não tem fim, por Julio Maier (Fuente: Página12, 05/09/16)

Julio Maier


Desconfío actualmente del Derecho, del orden jurídico y de sus instituciones prácticas. Esa falta de confianza comprende también a los operadores jurídicos, los jueces y funcionarios judiciales, los abogados y hasta los docentes en Derecho, y a los principios que adornan esos oficios, de modo genérico, esto es, sin intención alguna de injuriar a alguien en particular. Me pregunto yo a mí mismo: ¿cómo pude edificar mi vida alrededor de esta profesión y de sus instituciones? Una de mis conferencias, originada en una conversación con bachilleres con vocación de juristas, versaba sobre “¿Para qué sirve el Derecho?”. Hoy debería escribir lo contrario: el Derecho es inservible, al menos para los fines magnánimos para los cuales yo lo concebía. Es un mecanismo de dominación, de exclusión.

En efecto, a la vejez viruela, he venido a experimentar que no hace falta una intervención violenta, armada, contra las instituciones democráticas para anularlas en un santiamén. Nunca pude imaginar –a pesar de las amenazas pronunciadas y de la conciencia de que no todo estaba antes “bien hecho”– a un gobierno que en el mejor de los casos ganó una elección por un mínimo porcentaje de votos, en segunda vuelta y con todavía menor participación parlamentaria, en cuestión de horas o días podía desvalijar el trabajo de más de una década, regresar a épocas pasadas, ya transitadas y con resultados más que desastrosos para la población, todavía persistentes. Sirvan de ejemplo, en nuestro país, la derogación práctica, por decreto administrativo, de una ley de medios audiovisuales elaborada en años y alabada universalmente, la cercenación de los fondos sustentables de jubilaciones y pensiones universales y de otros beneficios sociales, el derrumbe de la paciente elaboración –de mayor antigüedad aún– de un mercado regional (Mercosur) y la trágica falta de aplicación de una de sus leyes básicas respecto de su administración (que sólo la R. O. del Uruguay, aparte del país excluido, osó defender como vigente e insustituible por otra solución ilegítima, de conformidad con la norma internacional de creación), el desmantelamiento de medios y oficinas estatales de auxilio para el juzgamiento de crímenes contra la humanidad, el reconocimiento inmediato, casi anticipado, de un gobierno de un país vecino, socio principal integrante del Mercosur, surgido de aquello que calificadas opiniones titulan como “golpe de Estado blando” –opiniones quizá discutibles pero nunca ignorables–, la pérdida de soberanía política y económica a favor de otro país dominante y su área de influencia, que incluye a los organismos financieros globales (FMI, Banco Mundial), el regreso de la desocupación de dos dígitos, alimentada por la propia administración pública (despidos masivos sin fundamento), de la inflación de porcentajes estratosféricos, del dólar como moneda nacional de ahorro y exportación de capitales, la calificación de inservible del Derecho laboral y sus convenciones colectivas, en fin, sólo unos pocos ejemplos de lo visto en medio año de gobierno. Más tristemente aún: todo ello contó con la colaboración –cuando no traición– de la oposición parlamentaria, incluso de parte del grupo político antes gobernante, que expresa verbalmente una cosa y hace otra, y con la cuasiomisión de las autoridades de la mayoría de las organizaciones sindicales. Pero, además, se reprime a organizaciones sociales como la Tupac Amaru, integrada por pueblos originarios, a la que se rotula como asociación ilícita, y se priva de libertad a sus dirigentes y colaboradores por la tamaña felonía de demostrar públicamente contra el gobierno.

A ello se suma lo sucedido ahora en Brasil, la mayor potencia económica, territorial y de población de nuestra América meridional, suceso anticipado en Paraguay y en Honduras a manera de ensayo: la utilización formal de un mecanismo constitucional de excepción como regla, para sustituir a una jefa de gobierno, que presidía el país votada por una inmensa mayoría del pueblo, sentencia de un tribunal integrado por legisladores elegidos popularmente, senadores nacionales, incluso algunos de ellos de la coalición política gobernante y varios sospechados formalmente por corruptos, cuasiconfesos de que la imputación contra la jefa de gobierno era inexistente o, cuando menos, no se había demostrado o no justificaba la condena. De nuevo era trágico, pero risible, payasesca, la exposición de fundamentos de los condenantes, la mayoría de los cuales no sólo no se atenía a la imputación deducida, objeto de la defensa practicada por la propia jefa de gobierno, sino que, antes bien, con claridad, ignoraba por completo la imputación deducida contra ella. Tan es así que no se alcanzó mayoría para condenar a la acusada a la pérdida de sus derechos políticos, sanción prevista en el ordenamiento jurídico-constitucional brasileño; sólo fue sustituida en su cargo de presidente del país.

Esto me afirma sin más en mi condena al Derecho como inservible o, mejor aún, servible a gusto y paladar de quien lo aplica prácticamente, sin reglas hermenéuticas claras y precisas, abierto a cualquier interpretación según los ideales (¿?), la necesidad o el interés de quien juzga. Un instrumento como éste no “hace justicia” en sentido alguno, sólo aplica poder, de modo similar a la violencia física, sin vergüenza o, mejor, sinvergüenzas o “canallas”, como dijera el legislador que señaló a uno de los condenantes con el dedo, según informó en este mismo diario un periodista brasileño, Eric Nepomuceno. Así sucede también en la vida común, fuera del ámbito político. Para muestra basta un botón: observen la imputación de fiscales y una organización social a la presidenta anterior y a su canciller por “traición a la patria” o, si les resulta mas sencillo, visiten una cárcel.

* Profesor titular consulto de DP y DPP, UBA.