sábado, 27 de febrero de 2016

La extorsión, Por Horacio Verbitsky (Fuente: Pagina 12, 28/02/16)

Horacio Verbitsky



Durante la audiencia con los organismos defensores de los Derechos Humanos, el presidente Maurizio Macrì negó que Milagro Sala fuera una presa política y defendió la presunta imparcialidad de la justicia jujeña. Nada en las causas mal armadas en su contra respalda esta afirmación. Por el contrario, deja en evidencia la escandalosa manipulación judicial al servicio de un escarmiento a los movimientos sociales, que Macrì convalidó en forma explícita en reiterados encuentros con el gobernador Gerardo Morales. El ministro de Justicia Germán Garavano dijo que el gobierno seguía el tema con preocupación y el secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj informó a los visitantes que había enviado emisarios a entrevistarse con Sala. Lo que no dijo entonces es que llevaron una propuesta extorsiva a Jujuy: le sugirieron a la dirigente de la organización barrial Tupac Amaru que solicitara la detención domiciliaria, antes de que Macrì viajara a Italia para su audiencia de ayer en el Vaticano. Esta es una implícita confesión del control que tiene el gobierno nacional sobre las decisiones de la justicia jujeña. La ofensiva oficial también se cierne sobre CFK, como claman los arietes mediáticos. El fiscal general Ricardo Sáenz dictaminó para ello que su colega Natalio Alberto Nisman fue asesinado, y el juez federal Claudio Bonadío citó a la ex presidente, a su ministro de Economía Axel Kicillof y al ex presidente del Banco Central Alejandro Vanoli. La intención del intrépido doctor Glock es penarlos por las pérdidas que la devaluación dispuesta por Macrì, Alfonso de Prat Gay y Federico Sturzeneger le produjo al Banco Central, en la operatoria con dólares a futuro. El caso de Sala ejemplifica los extremos a los que está dispuesta a llegar la nueva administración, con el beneplácito de los poderes fácticos que intentan hacer su propio Nunca Más.
La peor violencia

El fiscal federal de San Salvador, Federico Zurueta, recibió la denuncia por privación ilegal de la libertad realizada por varios diputados al Parlasur y la remitió a la Procuraduría contra la Violencia Institucional (PROCUVIN). Su titular, el fiscal general Miguel Angel Palazzani, y su adjunto, el fiscal ad hoc José Nebbia dictaminaron que Milagro Sala es “víctima de la peor violencia: la violencia institucional, que proviene precisamente del último refugio que puede encontrar un ciudadano frente al poder estatal: los jueces y los fiscales.

Cuando es justamente ese poder estatal el que comete la ilegalidad y ejerce violencia el desamparo es absoluto”. La PROCUVIN constata que no se inició el proceso de desafuero ni se dictó la inconstitucionalidad del artículo 16 de la ley 27.120, por el cual los parlamentarios del Mercosur gozan de las mismas inmunidades que los diputados nacionales. Y según el artículo 69 de la Constitución, ningún legislador puede ser arrestado, desde el día de su elección, salvo si fuera “sorprendido in fraganti en la ejecución de algún crimen que merezca pena de muerte, infamante, u otra aflictiva”, cosa que ostensiblemente no ocurre en este caso. Como esta norma se aplica a Milagro Sala desde el día de su elección, el 25 de octubre de 2015, su privación de la libertad no es legítima. Los magistrados jujeños podían declarar inconstitucional la norma y recién entonces proceder contra Sala, o considerarla vigente e iniciar el procedimiento de desafuero. Palazzani y Nebbia concluyen que “ante la evidente ilegalidad e ilegitimidad de la detención de una diputada del Parlasur amparada por la inmunidad de arresto, se impone la urgente e inmediata resolución que ordene su libertad, para, entre otras cosas, hacer cesar los efectos de un delito que se está perpetrando mientras persista la situación actual” y esa es la única forma de regreso “a la legalidad constitucional y a la racionalidad jurídica”. Mientas eso no ocurra, el Estado Argentino está en riesgo de ser denunciado en los foros internacionales por la flagrante violación de normas constitucionales y convencionales”. En consecuencia, dictaminaron que los jueces provinciales Raúl Gutiérrez, Gastón Mercau y la fiscal provincial Liliana Fernández de

Montiel habrían incurrido en los delitos de acción pública por prevaricato, privación ilegal de la libertad por más de un mes (artículos 269, 142 inciso 5 y 144 bis inciso 1 del Código Penal) por lo que corresponde impulsar la acción penal y formular requerimiento de instrucción en contra de los tres. Con ese dictamen, el requerimiento debe ser presentado por el fiscal Zurueta. Mercau acaba de rechazar una solicitud de cese de la detención presentado por los abogados de Sala, con los mismos fundamentos que el dictamen de la PROCUVIN.
Las ilegalidades

La privación ilegal de la libertad es inocultable en una causa judicial indecorosa de principio a fin. Estas son algunas de las ilegalidades que constan en el expediente, al que tuvo acceso el abogado de Milagro Sala, Luis Paz:

- El Código Procesal Penal indica que la investigación penal preparatoria debe ser practicada por el juez, y no por el fiscal, si uno de los imputados es legislador, funcionario o magistrado sujeto a desafuero. Es el caso de Milagro Sala, legisladora del Parlasur, y de Mabel Balconte, diputada provincial. Sin embargo, durante todo enero la investigación estuvo en manos de la fiscal y recién se hizo cargo el juez el 29 de enero, luego de la detención de Sala y de los allanamientos.

- Aunque la denuncia por el acampe frente a la casa de gobierno, presentada al quinto día de instalado Morales, era por “instigación a cometer delitos y sedición”, las medidas practicadas por la inteligencia policial tendían a identificar a los acampantes y establecer qué cooperativas se habían acogido al reempadronamiento del “programa de regularización y transparencia” del gobierno provincial.

- La fiscal de Feria Liliana Fernández de Montiel presentó el pedido de detención de Milagro Sala y de otros dirigentes de la Tupac Amaru a las diez menos veinte de la noche del viernes 15 de enero.

- El Juez de control Raúl Gutiérrez lo aceptó pocas horas después, en la madrugada del sábado 16, y delegó su ejecución en el Ministro de Seguridad de Morales, Ekel Meyer. Con la satisfacción del deber cumplido, ese mismo sábado Gutiérrez pidió licencia “a partir de este momento”.

- En rotunda demostración de la laboriosidad de los colaboradores del nuevo gobierno, ese sábado estaban trabajando en su despacho el secretario del tribunal superior, Víctor Amado, y su Presidente, Clara Langhe de Falcone, ex diputada de la UCR.

- Antes de las cuatro de la tarde del sábado esta jueza designó para suplir a Gutiérrez al juez Gastón Mercau. Como la Acordada no explica por qué razón lo eligió descartando otras opciones, los piensa mal y acertarás entienden que fue porque es su yerno, para que todo quedara en familia política.

- A las cinco y media de la tarde, el Fiscal de Estado invocó instrucciones del gobernador Morales para solicitar orden de desalojo, no de un lugar sino de Milagro Sala, quien en ese momento ya estaba detenida en la Comisaría de la Mujer.

- También es asombrosa la capacidad de trabajo de la fiscal multitasking Liliana Fernández de Montiel, quien podría dar un curso para optimizar el rendimiento: el mismo viernes 15 de enero desde la tarde y hasta las 21.55 (es decir mientras escribía la solicitud de detención contra Milagro, que presentó a las 21.40) tomó tres declaraciones y asistió a nueve denunciantes para abrir una nueva causa contra la dirigente social.

- La razón de tanto apuro y las huellas del burdo procedimiento marcadas en cada foja del expediente están en la Acordada 213 del Superior Tribunal, del 23 de diciembre de 2015: el 15 de enero a medianoche terminaba el turno de feria de Liliana Fernández de Montiel, quien a partir del 16 sería reemplazada por el fiscal Aldo Lozano. Sin embargo, Lozano nunca intervino, sin que en el expediente se explicara por qué, y siguió actuando Fernández de Montiel, quien sólo tiene competencia en el fuero de Menores, por lo que no podía ser parte en esta causa.

- Tampoco surge de las actuaciones por qué el yerno siguió a cargo una vez vencida la licencia de cuatro días del juez Gutiérrez. Fernández de Montiel y Mercau constituyeron la fuerza judicial de tareas del gobernador Morales para escarmentar a los movimientos sociales.

- Este es un modus operandi de la justicia jujeña. En 2011, el juez de feria de San Pedro, Jorge Samman ordenó el desalojo de las familias asentadas pacíficamente en terrenos del ingenio Ledesma, lo cual produjo tres muertes. La ley orgánica del poder judicial de Jujuy define que la competencia de los juzgados de feria es de excepción y sólo para asuntos urgentes, dentro de los cuales no caben los acampes pacíficos de entonces ni el de la Plaza de San Salvador ahora.

- El 29 de enero, se notificó a Milagro el cese de su detención por el acampe, pero no recuperó su libertad. Según la Acordada de feria el juez Mercau debía iniciar su licencia el 1 de febrero “sin excepción de ninguna naturaleza”, para ser reemplazado en el expediente por alguno de los dos restantes jueces de control. Pero con el entusiasmo que la administración esperaba de él, Mercau siguió en funciones para dictar una nueva orden de detención contra Milagro.

- Esta nueva causa se había iniciado el 15 de enero con la presentación espontánea ante la fiscal Fernández de Montiel de nueve personas, que entre las 18.30 y las 21.55 denunciaron hechos ocurridos en 2012, 2013, 2014 y 2015, es decir sin la urgencia requerida para habilitar la feria judicial de enero.

- La acordada 213 fijó además que los asuntos de feria sólo se despachan de lunes a viernes, de 8,30 a 12,30. Ninguno de esos requisitos se cumplió, porque la orden política de perseguir a Milagro Sala no respetó leyes, convenciones, competencias ni formalidades.

- El 14 de enero Morales dijo que se había reunido con los dirigentes de distintas cooperativas a quienes “para llevar tranquilidad” les dijo que a los acampantes se les suspendería la personería y se les impondría una multa de 100 mil pesos. Identificó entre sus interlocutores a los dirigentes de las cooperativas Organización Barrial Mariano Vera (Cristian Chorolque), Fuerza Jujeña (Julia Gutiérrez), Argentina Grande Disidente (Jorge David Lamas), Pan y Trabajo (Américo Celestino Romay) y 8 de Octubre (José Daniel Orellana).

- ¡Oh, casualidad!, al día siguiente los cinco se presentaron ante la superfiscal y denunciaron bajo juramento haber cobrado dinero por obras que no hicieron. Es ostensible la extorsión a la que fueron sometidos. ¿Alguien les avisó que de este modo se autoincriminaban?

- El Fiscal de Estado y el hermano de Gerardo Morales, designado como Presidente del Instituto de Vivienda y Urbanismo jujeño (IVUJ), eligieron para presentar nuevas denuncias a Fernández de Montiel, pese a que según la Acordada 213 su turno había terminado el 15 de enero.

- Estas nuevas denuncias se acumularon a las anteriores, sin fundamento. Una vez más se presentaron fuera del horario de tribunales, como si se tratara de una cuestión urgente, cuando los hechos denunciados ocurrieron un año antes.

- Estas denuncias abarcaron 14 convenios firmados entre el IVUJ y distintas cooperativas y un convenio de tres cooperativas por el Plan Federal “Mejor Vivir II”. La única vinculación con Milagro Sala es que varias de esas cooperativas “tienen domicilio en la propia sede central de la Tupac Amaru”. La identidad de domicilio aún no es un tipo penal.

- La última de esas denuncias es la que ganó abusiva difusión en la televisión oficial: por el convenio del Mejor Vivir, en diciembre los cooperativistas cobraron un anticipo por obras que, en enero no se habrían iniciado.

- Ese fue el único fundamento por el cual la fiscal Fernández de Montiel pidió y el juez Mercau ordenó, ambos el 26 de enero, la detención de Milagro Sala y de tres de los cooperativistas autoincriminados.

- No hay otro cargo contra Milagro Sala que los dichos difusos, sin indicaciones temporales, ni testigos, de aquellos primeros irregulares denunciantes y la sede social compartida con algunas cooperativas denunciadas por la firma de convenios con irregularidades administrativas.

- En todo el expediente no hay una sola prueba de la intervención de Milagro en aquellos hechos, ni elementos que puedan justificar las figuras delictivas elegidas por el gobierno de Morales: defraudación contra la administración pública, extorsión y asociación ilícita.

La sugerencia extorsiva a Milagro, para que se resigne al atropello y se encierre en su casa, es la frutilla sobre este postre de arbitrariedades e ilegalidad.

jueves, 11 de febrero de 2016

LA INCONSISTENCIA DE LA MEMORIA Y LA SUBJETIVIDAD POLÍTICA CONTEMPORÁNEA, Por Jaime Fernández Miranda (Fuente: Página12, 11/02/16)



El debate televisado de los candidatos a presidente anterior al ballotage planteó una situación francamente irrisoria, tanto más irrisoria cuanto que parecía inevitable. Scioli debía demostrar –y a ello se abocó durante todo el debate– que detrás de la retórica vacía del macrismo se ocultaba un programa neoliberal salvaje. Lo irrisorio es que sólo tres días antes del debate Macri y sus economistas, tal vez demasiado confiados en un triunfo inexorable, habían violado la estricta política de ocultamiento que se habían impuesto explayándose en todos los medios acerca de la devaluación, la quita de subsidios y el aumento de tarifas que ejecutarían una vez asuman el gobierno. Entonces, ¿por qué Scioli se abocaba con tanto ímpetu a develar lo que estaba a la vista de todos?

Develar lo evidente, curiosa paradoja que echa por tierra la frase canonizada: “nadie resiste un archivo”, y que denuncia un rasgo fundamental de la subjetividad contemporánea. Con la simple negación de aquello que había dicho tres días antes –y que toda la población había oído–, Macri se mostró inmune al archivo. Mascullamos la sensación de que es posible decir cualquier cosa, lo que sea, porque nada tiene consecuencias.

Es interesante remarcar que entre los discursos (por momentos virulentos) que sostenían –y aún sostienen– los votantes de Cambiemos en las redes sociales, raramente se leía un franco acuerdo con las políticas neoliberales. Podemos suponer que algunos votaron a la alianza porque pertenecían al pequeño grupo que se vería favorecido por un modelo neoliberal, otros porque se sentían individualmente inmunes al ajuste, otros porque no importaba qué haría Macri con tal de que el kirchnerismo dejara el poder. Pero al margen de todas estas modalidades, que suponen un cierto reconocimiento y diversos grados de aceptación de las políticas económicas ortodoxas que Macri aplicaría, se destacaba un caudal importante de personas que parecían desconocer aquello que había circulado por todos los medios, incluso por los medios corporativos. La cuestión es inquietante: aquello que es visto y oído parece no ser reconocido o incorporado.

Esta situación nos confronta con algo más sutil y más potente que la estrategia de ocultamiento del macrismo y que las operaciones de la prensa corporativa. Tanto una como la otra plantean una relación a lo invisible; por el contrario, en el desconocimiento de lo visto y lo oído se trata de una relación a lo evidente. ¿Tan evidente que no se lo ve, como la carta robada de Poe? No, lo más inquietante es que se lo ve y se lo puede reproducir al infinito, pero es como si no tuviera efecto alguno sobre el sujeto ¿Qué hay aquí en juego, que modalidades subjetivas se revelan y ocultan detrás de este síntoma?

En muchos casos, es cierto, ha operado el mecanismo que Freud llama desmentida, a partir del cual el sujeto impugna la percepción de aquellos elementos de lo real que amenazan una creencia –en este caso, de todo aquello que recusaba la inminencia del mundo feliz preconizado en la campaña de Cambiemos–. La astuta idea de una “campaña del miedo” ofreció un territorio donde fue a parar todo aquello que se sabía, pero no se sabía, aquello que era percibido y desmentido en un mismo acto. Es interesante observar cómo unas pocas semanas más tarde, ante las primeras medidas del gobierno de Macri que contradecían profundamente el mundo ideal de diálogo, alegría y republicanismo dibujado en la campaña, el destino de la desmentida fue un aferramiento enceguecido a la creencia renegatoria con el consiguiente aumento de la violencia discursiva en las redes sociales.

Pero al lado de este mecanismo quisiera situar otra modalidad de desconocimiento de lo que ha sido visto y oído en la que no se trata, como en la desmentida, de una impugnación de la percepción sino de una inconsistencia de la inscripción psíquica, modalidad más sutil y más radical que, pienso, ha sido decisiva en las últimas elecciones presidenciales y que delata un rasgo fundamental de la subjetividad contemporánea en su relación con la memoria y el tiempo. En la actualidad, a la sobreabundancia de registros exteriores (audios, videos, notas escritas) parece corresponderle un vacío a nivel del registro subjetivo, más aún, es posible decir que cuanto más atiborrado de registros objetivos está el sujeto, más merma la capacidad de incorporar la información. Se trata del reverso perfecto del mecanismo de censura.
(dos)

En 1984, extraordinaria novela, George Orwell crea un mundo dividido en cuatro territorios. Winston Smith, el protagonista principal, vive en la ciudad de Londres ubicada en uno de estos territorios –Oceanía–, el cual está gobernado hace décadas por un Partido totalitario que despliega una maquinaria de control absoluto y casi perfecto sobre sus habitantes.

“... en ese momento, en 1984 (si es que efectivamente era 1984), Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Asia Oriental. En ningún discurso público ni conversación privada se admitía que estas tres potencias se hubieran hallado alguna vez en distinta posición cada una respecto de las otras. Winston sabía muy bien que, hacía sólo cuatro años, Oceanía había estado en guerra contra Asia oriental y aliada con Eurasia. Pero aquello era sólo un conocimiento furtivo que él tenía porque su memoria ‘fallaba’ mucho, es decir, no estaba lo suficientemente controlada. Oficialmente, nunca se había producido un cambio en las alianzas. Oceanía estaba en guerra con Eurasia; por tanto, Oceanía siempre había luchado contra Eurasia. El enemigo circunstancial representaba siempre el absoluto mal, y de ahí resultaba que era totalmente imposible cualquier acuerdo pasado o futuro con él.”1

A tal fin, el Partido procede a la eliminación de todos los archivos, a la reescritura de todos los libros y al castigo a todo aquel que mencione el hecho que se intenta eliminar, se hacen desaparecer los testigos y testimonios, todo vestigio de lo que sucedió deviene impronunciable. Winston Smith carga con un recuerdo absolutamente privado cuyo único soporte es su memoria, restos de un acontecimiento que sólo se halla conservado en su interior y que contradice todos los testimonios exteriores. A la borradura del registro material por parte del poder le responde la rebeldía de una memoria singular que no se deja disciplinar, situación inversa a la del sujeto contemporáneo en que a la mostración obscena de todo y a la accesibilidad absoluta a los archivos le corresponde un vaciamiento de la memoria.

“El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. El, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad (...) Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria (...) ¿cómo iba usted a establecer el hecho más evidente si no existía más prueba que el recuerdo de su propia memoria?”2

La contemporaneidad dibuja un interesante revés de la fantasía de Orwell: todo se halla a la vista, los archivos están disponibles en cualquier momento y lugar en que se disponga de conexión. Los dispositivos de enunciación de la cultura actual no borran los archivos sino que hacen obsoleta su función, propiciando una inconsistencia de la memoria que no opera, como en la censura, por borradura del soporte colectivo sino, según la genial tesis de Walter Benjamin, por atrofia de la experiencia. Hace casi cien años, Benjamin planteaba una idea absolutamente visionaria cuya potencia se acrecienta al momento de pensar los dispositivos de enunciación de la cultura contemporánea:

“Si la prensa se propusiese proceder de tal forma que el lector pueda apropiarse de sus informaciones como partes de su experiencia, no alcanzaría de ninguna forma su objetivo. Pero su objetivo es justamente lo opuesto, y lo alcanza. Su propósito consiste en excluir rigurosamente los acontecimientos del ámbito en el cual podrían obrar sobre la experiencia del lector. Los principios de la información periodística (novedad, brevedad, inteligibilidad y, sobre todo, la falta de conexión entre las noticias aisladas) contribuyen a dicho defecto tanto como la compaginación y el estilo lingüístico.” 3

La velocidad, el volumen, la novedad constante y, sobre todo, la equivalencia de todos los enunciados, rasgos que definen el flujo incesante de información en la actualidad, forjan una subjetividad regida por la temporalidad del instante, despojada de la capacidad de asimilar los acontecimientos, condenada a elegir entre opciones del mismo valor. Los dispositivos de enunciación de la cultura contemporánea vuelven obsoleta la función del archivo como soporte colectivo de la memoria. Por supuesto, aquello que ha sido visto-oído-leído puede ser evocado y reevocado a piacere por el individuo pero el hecho, aún disponible para su evocación, no se entrama en una historia y no pasa a formar parte de la experiencia. Esta allí, asequible y anodino, despojado de subjetividad, perdido en un océano de marcas que tienen idéntico valor, pura información, nada...
(tres)

La incapacidad para asimilar los acontecimientos a la propia experiencia es inherente a los dispositivos de enunciación de la cultura contemporánea, hipótesis que recusa cualquier reducción de la eficacia subjetivante de los medios de comunicación a los enunciados. Esta idea que con diferentes matices fue formulada por Ignacio Lewcowicz hace más de dos décadas, exige dos aclaraciones preliminares: en primer lugar, es imprescindible no hacerla derivar en un relativismo del sentido en el que es lo mismo decir cualquier cosa porque lo esencial no sería el(los) sentido(s) sino la lógica discursiva. Este relativismo, que coquetea con el estructuralismo más pobre, pone en un mismo plano, por ejemplo, las operaciones de la prensa corporativa con las numerosas propuestas de TV creativas que han surgido en los últimos años. Ahora bien, estas propuestas no crean un sujeto político sino que son creadas por él. Por tomar sólo el ejemplo más notable, los niños no miran el canal Pakapaka porque les resulta a priori atractivo, sino porque ha habido una innegable transformación cultural en vastos sectores de la sociedad, que hace que muchos padres piensen más en la formación cultural de sus hijos que en proveerles recursos para que tengan éxito en un mundo de competencia descarnada (imaginario parental típico de la cultura neoliberal). Por decirlo de algún modo, en los 90 Pakapaka habría estado condenado a ser un canal de culto, una propuesta estética e ideológica notablemente creativa y novedosa con escasa eficacia subjetivante.

En segundo lugar, poner el acento menos en los enunciados que en el dispositivo formal de enunciación, no implica tampoco subestimar las operaciones de la prensa corporativa que, sin ninguna duda, han tenido un efecto decisivo en las últimas elecciones. Ahora bien, mientras que la operación de prensa es una tentativa –en muchos casos exitosa– de manipular el pensamiento, la discursividad massmediática aniquila la capacidad de pensar. Ciertamente los enunciados de la prensa corporativa moldean la vivencia de los individuos, pero para que ello sea posible es menester un sujeto arrasado en su capacidad de construir su propia experiencia. Es decir que las operaciones mediáticas –muchas veces vergonzosamente burdas y explícitas– sólo son posibles en tanto los dispositivos de enunciación de la cultura contemporánea han abolido la capacidad de elaboración subjetiva de los acontecimientos.

La inconsistencia de la memoria es la marca de origen de un sujeto regido por la temporalidad del instante, cuya capacidad de incorporar los acontecimientos a su experiencia está abolida por la irrupción continua de informaciones equivalentes, intercambiables, que se suceden al infinito dejando marcas superficiales, sin que el sujeto tenga otra potestad que la de elegir una en desmedro de las otras. De este modo, la praxis política es sustituida por una práctica de consumo, es decir, por la elección en el puro presente entre diversas opciones equivalentes según la conveniencia o la opinión del momento, maleable, evanescente. Macri dijo explícitamente que aplicaría recetas neoliberales ortodoxas; luego Macri dijo que esto era un invento del kirchnerismo... y el consumidor se ve conminado a elegir entre dos o más enunciados que se sitúan en el mismo plano. Creo que por ello, durante las semanas anteriores al ballotage, la respuesta más recurrente de muchos votantes de Cambiemos en las redes sociales era: “déjenme elegir en paz, no intenten incidir en mi voto”, es decir, no perturben este gesto estrictamente privado a que ha quedado reducida la democracia, no se entrometan en esta elección individual y soberana que degrada la política en una práctica de consumo. Aquí, el significante elección crea una amalgama que fusiona el sufragio libre con la libertad de consumo.

En 1984 el Partido utiliza la operación de censura abocándose a una incesante reescritura de la historia en función de sus intereses del momento. Más radicalmente, la discursividad mediática contemporánea borra la dimensión histórica en cuanto tal. Esto deja el camino hollado para el marketing político, que bien han sabido explotar los hacedores de la campaña de Cambiemos. La lógica es bien conocida: identificar una necesidad actual en el mercado-electorado (una necesidad en germen, es decir, presente “en el aire” pero aun no nominada), forjar un campo semántico que tenga la capacidad para nombrar –ergo, crear– esa necesidad y, finalmente, ofrecer un producto que responda a esta demanda.

El discurso de Cambiemos, resultado de un minucioso estudio de mercado, tiene una lógica similar –y produce efectos similares– a los libros de autoayuda. Tanto uno como otro propician una identificación rápida y global: “habla de mí”, dicen quienes han leído un libro de autoayuda, frase que, con ciertos matices, he oído de boca de muchos votantes de Macri. El marketing tiende a moldear la vivencia de un sujeto sin capacidad de experiencia. De este modo una vivencia sin memoria, siempre actual y por ello plena, inefable y visceral, urdida por el discurso del marketing, usurpa el lugar de la experiencia subjetiva. Como sucede con toda buena publicidad. La discursividad y la temporalidad propia de la publicidad anulan la capacidad del sujeto para elaborar su impronta. De otro modo, no produciría efectos. Sometida al régimen del marketing político, la votación deviene una práctica de consumo. Una más, como tantas otras.

En el artículo “El primer presidente de Facebook”, publicado en el diario La Nación el 26 de noviembre de 2015, Julián Gallo –director de contenido y estrategia en redes sociales y web de la Campaña Macri Presidente– sitúa las líneas fundamentales de la laboriosa construcción de un nuevo producto comercial llamado Mauricio Macri. En esta construcción, la clave fue la utilización de las redes sociales –muy especialmente, la cuenta de Facebook del candidato4–, a través de las cuales el empresario despectivo y fanfarrón, el millonario que esgrimió durante años sus aires de superioridad en todos los medios, fue deviniendo un personaje bonachón y cálido, un hombre de familia cercano a las necesidades del pueblo, alguien “común” con quien la “gente común” podría identificarse. Esta actualización permanente de la imagen pública sólo es posible a partir de la inconsistencia de la memoria que propicia la discursividad massmediática. En este marco, es importante subrayar que la campaña de Cambiemos ha revelado una concepción novedosa del marketing político, tal como lo escribe uno de sus principales gestores:

“Ya no estamos más encerrados todos juntos dentro de una única esfera mediática, a la que una cadena nacional puede interrumpir a su antojo para rociar a la gente desde arriba con su mensaje de propaganda. Ahora somos la suma de innumerables pequeñas burbujas individuales, que juntas producen una especie de espuma social (...) Macri eligió hablar como las otras personas en su mismo territorio y con el mismo lenguaje. Por eso puede decirse que es el primer presidente de Facebook.”
(cuatro)

Claro que en el marketing no se trata de una creación ex nihilo, su eficacia consiste en captar ciertos elementos preexistentes para transformarlos en una vivencia. Esto plantea una pregunta que sería material para otro ensayo, a saber, ¿cuáles son los “elementos” que el marketing de Cambiemos identificó en el electorado? ¿Un deseo de pacificación –contrastante con el caos que dibujaban los medios o el odio de clase? ¿Los valores oficiales de la clase media o su reverso oscuro? Probablemente ambas cosas. De hecho, no es posible no ver que el discurso explícito de Cambiemos, el que apostaba al diálogo, la alegría y la unidad de todos los argentinos, estaba plagado de gestos, guiños, términos (trapitos, choriplaneros, etc.) que componían su reverso y que estaban dirigidos, como una contraseña, al reverso de los valores explícitos de la clase media.

El hecho de que sea la primera vez que un partido abiertamente conservador accede al poder por la vía electoral supone, de más está decirlo, la reaparición de ciertos rasgos retrógrados y viscerales, siempre latentes en la clase media argentina, que ligan los destinos de grandeza de una nación pretendidamente europea a la xenofobia y el desprecio de clase (aquello que he llamado el reverso de los valores). Y sin embargo, esta reemergencia no habría sido posible sin el poder del marketing político, que identificó y reunió estos elementos creando una vivencia subjetiva plena, intensa e inapelable. Pero, finalmente, el marketing político sólo cuenta con ese poder omnímodo cuando el sujeto político está subsumido en el sujeto de consumo.

Esta subsunción produce una inquietante cantidad de votos lábiles que cambian de producto según la necesidad del momento, lo cual puede ser fácilmente argumentado si recordamos que hace sólo cuatro años Cristina Fernández de Kirchner ganó la elección presidencial en primera vuelta con el 54 por ciento de los votos. Con lo cual, es evidente que una significativa porción de ese electorado votó a Macri en el último ballotage. Más aún, según todas las encuestas, casi la mitad de aquellos que habían votado al FIT en la primera vuelta lo hicieron por la alianza Cambiemos en la segunda.

Semejante mutación no podría ser explicada por una noción simplista de despolitización, entendida como la ausencia de recursos intelectuales específicos que permitan un análisis, lo cual, además, trazaría como única vía de salida posible aquello que ha sido llamado concientización, a saber, la transmisión didáctica de contenidos que producen una suerte de despertar auspiciado por un conocimiento de que antes se carecía.

La clásica escuelita de formación, dudosamente fecunda para formar cuadros políticos, en ningún caso tiene sentido cuando se trata de política de masas. Y en cuanto a la utilización de recursos del marketing, no creo que sea a priori desdeñable a condición de plantear algunas reservas: ante todo, si aceptamos la hipótesis de que el marketing sólo es verdaderamente eficaz cuando el sujeto político está subsumido en el sujeto de consumo, su utilización por parte de las organizaciones del campo popular sólo podría justificarse en coyunturas electorales; luego, que en la guerra de enunciados diseñados por el marketing no es posible competir con un partido concebido según una lógica empresarial, durante las semanas previas al ballottage, ¿ha sido verdaderamente eficaz la adición de enunciados al ya saturado espacio público?

Más profundamente, pienso que las ideas de concientización y de politización cargan con un lastre teórico preñado de consecuencias prácticas. Ambas tienen como trasfondo la lógica binaria oscuridad-iluminación, ambas suponen una pedagogía vertical que permitiría pasar de la primera a la segunda para poder ver lo que antes estaba velado, pedagogía a la que no suele serle ajena una cierta jactancia del saber.

La política no es transmisible sino como praxis, con lo cual la única respuesta políticamente viable al individualismo neoliberal sigue siendo la multiplicación de experiencias de fusión de la política con la vida, es decir, de militancia (término que no por azar fue tan devaluado por el auge del neoliberalismo en los años 90 y es tan cuestionado en la actualidad). Para ello, ante todo, es imprescindible recusar una noción de militancia como práctica especializada y seguir avanzando en una concepción reticular más ligada a la gestión de la vida cotidiana en el seno de prácticas colectivas transformadoras de la realidad.

La militancia comienza allí donde el sujeto se siente concernido y constreñido por algo que trasciende los intereses inmediatos del yo. Dicho de otro modo, el gesto ético que funda las diversas prácticas militantes como praxis subjetivantes es una renuncia narcisista que rompe la clausura que define al sujeto de consumo. Renuncia narcisista no es abnegación ni resignación del placer en nombre de un imperativo altruista sino, más modestamente, la limitación del propio narcisismo correlativa del reconocimiento del otro, como solía decir Silvia Bleichmar. Es cierto, la militancia suele ser la ocasión de una emergencia de modalidades bien específicas de clausura narcisista y de aplastamiento de la alteridad. Pero esto (que ameritaría un análisis aparte) es una degradación de la militancia abonada por su concepción como práctica de especialista, cuyo efecto imaginario inevitable es una ontologización del Ser Militante en que la afirmación identitaria se inclina con facilidad hacia la petulancia del concientizador/politizador, del predicador que carga con un saber del que los demás carecen. Por ello creo necesario insistir en una concepción de militancia como fusión de la política con la vida, noción que amplía en mucho aquello que clásicamente es considerado como tal.

Como encarnadura de la política en el cuerpo, la militancia sitúa al sujeto en el meollo del acontecimiento político. Pero la capacidad de incorporar los acontecimientos a la propia experiencia –ergo, de transformar lo real– no es sin el encuentro con otros, sin ese tiempo de elaboración que se va articulando en el seno de las ritualidades colectivas. La política, la historia y la memoria se constituyen en la inevitable tensión entre lo singular y lo colectivo, comprometen al sujeto como tal y al mismo tiempo lo exceden.

Indudablemente uno de los méritos más significativos del kirchnerismo ha sido la masificación y la diseminación de la militancia como eje mayor de una apuesta a la instalación de una subjetividad histórica que tenga la potencia de corroer la cultura neoliberal, en la cual la política se halla subsumida en las prácticas individuales de consumo.

En el futuro próximo, la imposición de un programa neoliberal tendrá dos obstáculos. En primer lugar, la labilidad del voto modulado por el marketing político –fundamental en el triunfo electoral de Cambiemos– siempre presto a devenir oposición en cuanto las decisiones políticas del nuevo gobierno perturben su bienestar individual. En segundo lugar, la potencia de la militancia cuya conmovedora capacidad de expansión, movilización y organización en la diversidad se ha hecho evidente durante la campaña del ballotage y en estas primeras semanas del gobierno de Macri.

* Psicoanalista. Director de la Maestría en Clínica Psicoanalítica con Niños (UNR).

Notas

1 Orwell, G., 1984, Editorial Planeta (Booket), Buenos Aires, 2011, p 41.

2 Op. Cit., p 42/43.

3 Benjamin, W., Sobre algunos temas en Baudelaire, en Ensayos escogidos, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2010, p 11.

4 Escribe Julián Gallo en este artículo: “Mauricio Macri es hoy uno de los tres medios digitales más importantes de la Argentina. De acuerdo con el grado de interacciones de su página en Facebook es, sin duda, el más popular. En la categoría política está entre los más destacados del mundo, superando en las últimas semanas el número de interacciones semanales de Barack Obama, Angela Merkel y Dilma Rousseff. Algunos números. Desde la noche del 25 de octubre hasta el 1 de noviembre, Macri alcanzó con sus posts en Facebook a más de 23 millones de personas. En esa semana, por ejemplo, sólo el post que Macri hizo dedicado al periodista Diego Brancatelli alcanzó a más de cinco millones de personas y tuvo 175.028 “Me gusta”. El día anterior, el post de agradecimiento a los electores obtuvo el record de 11 millones de personas y 708.306 “Me gusta”, algo así como tres veces más que el post con más “Me gusta” de toda la historia de The New York Times en Facebook.”

miércoles, 10 de febrero de 2016

SOLIDARIDAD VS. EGOÍSMO, Por Julio Maier (Fuente: Página12, 10/02/16)


Julio Maier

Creo que, sin perjuicio de la coherencia, los detalles y los porcentajes, las formas de pensar y los modos de vivir pueden reducirse a dos tendencias: la solidaridad vs. el egoísmo. Existen unas personas que privilegian la solidaridad, no importa ahora en qué medida, y lo privilegian mediante la estimación de un valor –no sólo– humano que reconocen en primerísimo lugar. Esas personas, si son sinceras con ellas mismas, miden en relación con ese valor sus propias acciones y el de aquellas acciones de quienes por razones temporales, espaciales o simplemente culturales conviven con ellos o a quienes, por alguna otra razón, les toca apreciar. Existen otras personas, en cambio, que prefieren el egoísmo, esto es, juzgan su vida y la de los demás desde ellos mismos, es decir, desde el individuo que realmente son y nadie discute, en más o en menos distinto a los otros, vara de medición de lo bueno y lo malo no sólo de los hechos propios, sino también de los ajenos. Solidaridad significa sentir por los otros, sufrir por ellos, pero también alegrarse por sus realizaciones; el egoísmo, en cambio, traduce toda alegría o sufrimiento al destino propio, si es ventajoso ese emprendimiento será bueno para ellos, si los perjudica lo desecharán, lo tacharán de inconveniente o inútil, como mínimo.

En términos políticos esta disonancia se traduce en individualismo vs. cooperativismo. Los unos estiman que el individuo, la persona individual, es la medida de todas las cosas. De allí que el presidente actual opine que cada uno de nosotros, los gobernados por él, debe encontrar o ubicar por sí mismo el lugar en el que es feliz, y que otro gobernante piense que la organización de un movimiento social, creado para cooperar entre todos para vivir mejor, significa la creación de un Estado dentro del Estado institucional. Los otros piensan que es más sencillo y más virtuoso hallar esa felicidad entre todos, cooperando en la obtención del lugar y los medios para lograr el resultado ansiado. No extraña entonces que la idea política del socialismo conduzca como de la mano a la cooperación y, en cambio, su contraria, hoy el liberalismo, sobre todo el económico y social, desconfíe del cooperativismo y apunte al ser individual. Como alguien dijo vulgarmente “todos unidos triunfaremos”, sentencia que vale tanto para expresar directamente una de esas ideas y, por negación, también la contraria.

De allí también que, en términos jurídicos, el personalismo se exprese con preferencia mediante el principio inmaculado, supremo, de la propiedad privada, al punto de que alguien afirmó públicamente hace días, como si fuera lo más natural del mundo, que los agricultores de este país podían disponer de su cosecha como mejor les viniera a su voluntad, en tiempo –cuando quieran– y, digamos, modal o espacialmente –como quieran–, y se sintieran absolutamente sorprendidos por la negación de estas posibilidades; mientras que los otros, aun sin saberlo, fundaban esa negativa en valores de solidaridad superiores a ella, como seguramente hubiera acertado quien concediera un valor social al derecho de propiedad.

Planteadas así las cosas, todo conduce, a mi juicio, a medir el valor o el disvalor de una acción de gobierno en términos de la lucha de valores entre la igualdad y la discriminación. Por supuesto, esta disidencia sólo se expresa aquí sin detalle alguno, y, sin embargo, ella aparece con toda claridad. Más allá de las medidas concretas y el modo en que ellas han sido o se ven realizadas, los diferentes funcionarios del gobierno actual tienen por cierto que las acciones de los gobernantes anteriores provocan la terrible necesidad de sincerar costos y precios antes subsidiados por el Estado. Así, por ejemplo, el ministro de energía asegura que el costo de la energía eléctrica debe subir en una proporción nunca antes vista para el usuario, con el fin de que las empresas que producen esa energía, la transportan y la distribuyen ganen lo suficiente como para invertir en modernizaciones que redunden en mayor y mejor producción y distribución de energía eléctrica, olvidando que los diques y usinas, y buena parte del trasporte y distribución pertenecen, en general, al Estado, lo mismo que el petróleo de nuestro subsuelo, y estima que el subsidiar esas actividades fue un error quasi corrupto del gobierno anterior. Por otra parte el mismo ministro y el mismo gobierno al cual pertenece toma medidas que empobrecen al Estado y favorecen a los individuos, especialmente a aquellos que no lo necesitan imperiosamente, como la disminución de impuestos para solventar aquellas necesidades conocidas bajo el nombre genérico de subsidios; no advierte, de esta manera –al menos claramente–, que tanto unos, como otros, quitan a unos aquello que dan a otros y, para el caso, su gobierno privilegia al egoísmo, la individualidad, la propiedad privada. y la discriminación social por sobre la cooperación del fuerte con el débil para una relación de vida más feliz y más equitativa para todos.

Q Profesor titular consulto de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal. Ex juez del Tribunal Superior de Justicia de la CABA.

viernes, 5 de febrero de 2016

LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA PALABRA, POR LAURA HANA (Fuente: Página12, 04/02/16)



Hay un paso de la palabra y a la palabra.

Ritmos, su resonar y su tiempo, precisa la palabra en su medida.

¿Cuál es el alcance de la palabra y cómo se alcanza un decir?

La charla no espera el advenimiento de ningún decir, pretende decirlo todo. La charla brilla y encandila y así lo invisible pierde su fuerza enunciadora.

Cada vez que se charla prima lo ensordecedor del sentido.

Es necesario tomar lo invisible, tratar que algo llegue descentrando el sentido con la opacidad de lo significado para de ese modo tocar lo que no se muestra, lo que se encuentra más allá de lo que la contemplación expone tapando.

La charlatanería edifica una moral, así el juicio se manifiesta en su máxima expresión, empuje que juzga imprimiendo el sometimiento a la ley articulada al lenguaje. De ese modo los dichos se atraen entre sí, relacionando una lógica de poder con una dialéctica regida en términos de jerarquía, colmando toda carencia con discursos circulares, argumentativos y de intenciones superadoras.

¿Cómo acercarse de otro modo a la palabra?

¿Cómo hacer mella a la mera opinión?

Aristóteles marcó y atravesó el pensamiento occidental, sosteniendo una ligazón entre ser y pensar.

Cuestión ésta que hay que tratar de diversas formas, interrogarla, problematizarla por el alcance que tiene, el peso que ha adquirido en nuestro modo de estar con las cosas, y por consiguiente, con el estilo de vivir y de estar con el otro.

Esta filosofía que recorrió Occidente, que construyó a Occidente, establece un uso del lenguaje que da cuenta de las buenas costumbres dando sustento a las relaciones humanas desde la perspectiva de una praxis jerárquica y clasificatoria.

En la Etica nicomáquea se plantea que el decir condiciona y verifica el lenguaje como medio donde se articula el Bien. El Bien que se habla es esencialmente el mismo que constituye el Bien del vivir.

Modifica de este modo la vida natural, para constituir vida humana, o sea vida política.

Esto es una aspiración.

Se aspira a la adecuación de lo humano centrado en la metafísica.

Así, el hablante queda entrampado, atrapado en los espejismos del pensamiento, en el bla, bla... en los rumores.

El psicoanálisis subvierte la metafísica y al subvertirla, la invierte, lo que se elevó por encima de lo físico retorna con el tratamiento del goce, dando cuerpo.

¿Dónde realizar la mordida?

¿Cómo hacer entonces esa mella a la charlatanería?

Golpear al logos, su elevación occidental, el exceso de claridad que implica su meta física.

Que entre media luz, lo que media, permitirnos sombrear la estridencia, bordear, abordar el silencio.

J. Lacan en el Seminario “Aun” dice: “... me distingo del lenguaje del ser”.

Esto implica que puede haber ficción de palabra que conduzca la palabra al medio decir dando lugar al lugar.

La palabra como límite y el límite de la palabra resista a lo falseado por la aspiración.

En el psicoanálisis, por su práctica, cabe la posibilidad de llegar a verificar el decir como efecto, un decir verdadero que restringe la verdad como valor absoluto y por consiguiente impide que el saber se cristalice en una fijeza que solo sirve para atormentar al ser hablante.

En ese sentido pasar por la experiencia del análisis es una oportunidad dado que el saber dentro del capitalismo es una mercancía más, con la cual el mercado intenta hacer una economía de goce.

Eso es un hecho político, razón de más para volver a interrogarnos por la importancia política de la palabra.

Con esta práctica de la palabra en que consiste el psicoanálisis se puede producir efectos éticos, experiencias del desgarro fundamental entre el ser y el lenguaje, discordancia que el goce sexual sitúa como experiencia orientada en contra del Bien cuando este condice con el Ideal de las buenas costumbres.

La oportunidad que da el paso por la experiencia analítica es la posibilidad de ajustarse al decir, al bien decir, ajustarse el deseo a la ética y de este modo configurar una ética del deseo.

No hay garantía pero sí una orientación que la transferencia brinda.

J. Lacan propone una topología del nudo. Y de ese modo trata lo simbólico desde otra perspectiva, un simbólico que se soporta de un espacio de tres dimensiones que lleva al decir a ex-sistir por un fuera del lenguaje, a existir por fuera del lenguaje evitando de ese modo el ser del lenguaje que redundaría en un metalenguaje ideal metafísico.

Quedando en el registro de las representaciones del metalenguaje, hay falsa comunicación, infatuación cultural, sobre valoración, caída en el olvido de la vida misma, incluso de la muerte propia que vendría a agregar un poco de existencia.

Agregar al don de la vida misma, el don de la palabra.
La palabra como don (o la obediencia al lenguaje)

Si nos situamos como hablantes respecto de la obediencia al lenguaje, convocar al analizante a que diga lo que se le ocurra implica dos costados, en tanto habla, se dirige a un Otro que escucha en función de un saber supuesto; tal cosa lleva el hablar a los dichos, al bla, bla, todo lo cual conlleva a la comodidad del analizante, allí la palabra no tiene efecto.

Pero a su vez, por su propia insistencia discursiva, en sus fallas, en sus deslices, la palabra toma función de decir, con eso se afecta cuerpo y se efectiviza la cura.

Entonces, la función imperativa del lenguaje, obediencia al sentido del Otro, no aplasta al ser hablante sino que procede a poner a su disposición, por su propia estructura otro modo de tratamiento de la palabra, ya no se trata solo de hablar, ahora “que se diga” está a su disposición y goza de otro estatuto.

¿Desobedecer al lenguaje?

¿Ejercer otra violencia?

Estallidos que fuercen fugas de sentidos, que fuercen invención.

Y entonces, quizá, golpes de desobediencia que arrimen un despertar.

Lo común en el hablar es gozar de los dichos, gozar del sentido, del carácter imaginario del símbolo, del imperar de la idea por sobre la expresión. Son necesarias operaciones de reducción, de limitar ese exceso del sentido.

Cernir un límite nos implicaría en una Ética, ética del decir, en sus confines que quizá deba a una Estética, una estética del goce.

El poeta Hölderlin en la voz de Heidegger1, nos dice con sus palabras guías que el poetizar es la más inocente de todas las ocupaciones y a la vez se le ha dado al hombre el más peligroso de todos los bienes, el lenguaje, para que muestre lo que es. El habla no es un instrumento disponible sino aquel acontecimiento que dispone la más alta posibilidad de ser hombre.

En este sentido, posicionarse respecto del don de la palabra, se corresponde con el acontecimiento del decir.

El don, ese modo de dar palabra fallando a la reciprocidad, ese donar la palabra por fuera de los bienes, da palabra en lo actual de la plena afirmación del decir.

De este modo, el don, quiebra la estructura que pone de manifiesto la “isomorfía a la metafísica” que implica el don como sistema de intercambio recíproco, de especulación y de dominación, tal como nos presenta Oscar del Barco en su comentario del libro Étant donné. Essais d’une phenoménologie de la donation, de Jean-Luc Marion2.

Se “da palabra”, para afirmarse en el acto de decir. El peso de tal decir funda el acto en lo actual de un habla que acompaña a los tiempos del hombre.

Don de confianza, el decir y sus efectos.

1 Hölderlin y la esencia de la poesía, Martin Heidegger.

2 Exceso y Donación, cap. La Filosofía como pensamiento del don, Oscar del Barco.

Referencias:

Aristóteles: Ética nicomáquea

J. Lacan: Seminario Aun

J. Lacan: Seminario RSI

J. Lacan: Seminario La ética del psicoanálisis

J. Lacan: Escritos uno: Función y campo de la palabra y el lenguaje.

J. Lacan: El reverso del psicoanálisis.

O. del Barco: Exceso y Donación

J. Derrida : Dar(el) tiempo. La moneda falsa

M. Blanchot: El libro que vendrá

M. Blanchot: Textos

P. Quignard: La retórica especulativa.

M. Heidegger: Holderlin y la esencia de la poesía

G. Deleuze: Clínica y crítica

* Psicoanalista y poeta. Docente titular en la carrera de psicomotricidad en la Universidad de Tres de Febrero (Untref).

lunes, 1 de febrero de 2016

PERSECUCIONES, Por Rodolfo Yanzón, (Fuente: Tiempo Argentino, 1°/2/16)

Rodolfo Yanzón


En la calle Atocha de Madrid, frente a la estación de metro Antón Martín, se encuentra la estatua erigida en homenaje a los abogados laboralistas de las comisiones obreras que el 24 de enero de 1977 fueron masacrados por un grupo de ultraderecha. Son ellos formando un círculo, abrazados, mostrando sus espaldas y, en el medio, la organización, la solidaridad y su saber al servicio de una causa. Abogados que, más allá de todo cargo y paga, estuvieron comprometidos con la clase trabajadora. Esa fue su condena, en momentos en que España se debatía si dejar atrás la dictadura, ya muerto el tirano, pero con toda la estructura de su gobierno represivo y oscuro en pleno funcionamiento y con fuerzas políticas en la ilegalidad, como el Partido Comunista. Uno de los abogados sobrevivió porque un bolígrafo que tenía en su bolsillo desvió el trayecto de la bala. Cuando el despacho fue reabierto, durante meses los trabajadores formaron una cadena de protección. Algunos autores de la matanza fueron juzgados, pero la investigación no avanzó sobre los policías involucrados -como Luis Antonio González Pacheco (a) Billy el niño- debido a la complicidad del juez que intervino, a quien muchos recuerdan como el magistrado que más daño hizo al Estado de Derecho en la transición.
El primer encuentro que mantuve hace más de 15 años con Carly Slepoy fue en un bar frente al monumento de Atocha para hablar sobre el juicio que llevaba el entonces juez Baltasar Garzón por los crímenes de las dictaduras de Chile y la Argentina. Este abogado argentino exiliado en España fue uno de los promotores de esos juicios y también del iniciado en la Argentina sobre los crímenes del franquismo, en el que Billy el niño es uno de los imputados. Por él un juez español rechazó la extradición pedida por la jueza argentina María Servini. Son varios los ayuntamientos que debaten sumarse a la acusación, con la oposición del Partido Popular (PP) y Ciudadanos.
En estos momentos España se debate qué hacer con los nombres de las calles con reminiscencia franquista. La plaza del rey de San Fernando, Cadiz, dejará de tener la estatua del general Varela erigida hace casi 70 años, por decisión del Ayuntamiento y según la ley de memoria histórica, decisión a la que el PP se opuso. Una ciudad democrática debe estar libre de símbolos del franquismo, dicen quienes acompañaron. El Ayuntamiento también iniciará los trámites para quitar los nombres franquistas a las calles y sustituirlos por los de quienes, con sus luchas, aportaron a las clases populares.
El PP, primera minoría en las últimas elecciones, no logra formar gobierno por no contar con los apoyos necesarios, mientras debe lidiar con la detención de varios de sus miembros acusados de corrupción, una noticia que funciona de muro de contención contra probables aliados. Por otro lado, Izquierda Unida se manifiesta dispuesta a formar parte de un gobierno de coalición –con excepción del PP-, siempre y cuando exista acuerdo para llevar adelante 16 medidas, entre las que se destacan la derogación de reformas laborales introducidas por el PP y el PSOE, la elevación del salario mínimo, el regreso a la edad de 65 años para jubilarse, la creación de una banca pública, la eliminación de la ley mordaza y de las normas penales que criminalizan a quienes hacen huelga, la aprobación de un plan de emergencia social y otro contra la violencia de género. Por su parte, Podemos insiste en su postura proindependentista, lo que genera fricciones con el PSOE, celoso de la integridad española. Mientras la conformación de un nuevo gobierno parece difícil a estas horas, la historia y la impunidad se cuelan en las decisiones.
En sus primeros 50 días el gobierno de Mauricio Macri ha cosechado más críticas internacionales sobre la situación de los derechos humanos que CFK en toda su gestión. Su insistencia en reclamar por los presos políticos en Venezuela se opaca ante la evidencia de la persecución a dirigentes sociales como Milagro Sala, a quien el juez Gastón Mercau excarceló por los delitos de los que fue acusada, pero la mantuvo prisionera por nuevas acusaciones, evidenciando una clara subordinación del sistema judicial a la persecución decidida por Macri y Morales. Como el juez de la matanza de Atocha, de pasar a la historia, no será por fortalecer el Estado de Derecho. Otro tanto puede afirmarse de aquellos que, con ignorancia y mala fe, se empecinan en instalar debates sobre el número de víctimas de la dictadura, en lugar de generar políticas de memoria. En el caso de Darío Lopérfido, la situación se agrava si se tiene en cuenta que al declarar como testigo en el juicio por los crímenes del 20 de diciembre de 2001, habló del temor que los manifestantes le generaban y nada agregó sobre las víctimas causadas por su gobierno. Antes que proferir frases sin sustento, sería mejor pedir perdón por los muertos y heridos de la represión.
Macri tiene un poco de cobertura mediática, sobre todo de Clarín, pero no la tiene fácil. La Nación publicó dos notas en las que critican a Cambiemos por la persecución política desatada. Una es de José Vivanco, de Human Rights Watch, en la que dice que aplicar el delito de sedición amenaza la libertad de expresión. La otra es del obispo Jorge Lozano, en la que, tomando palabras del Papa Francisco, alerta sobre la instalación de una sutil xenofobia al atacar a los movimientos sociales surgidos para dar respuesta a necesidades urgentes, sobre todo a partir de la crisis de 2001. La actividad organizada es propia del ser humano y en ese contexto los trabajadores informales merecen representación. Resalta el aporte económico brindado desde el Estado y las distintas herramientas que las organizaciones han utilizado. Lozano afirma que deben desterrarse las prácticas antidemocráticas, tanto como la ostentación obscena de la riqueza; no ser puritanos con una parte de la sociedad y complacientes con la otra, comprendiendo la corrupción y la inoperancia, de un lado, y siendo intolerantes con el otro. Mayor perjuicio causaron al país, dice, personajes ineptos con títulos académicos que los dirigentes humildes. Las organizaciones populares fortalecen el tejido social que cuida a los más débiles frente al avance y la indiferencia de los poderosos. Si los demonizamos, seremos más pobres como sociedad.
Los que en el recoleto barrio tiraron huevos e insultaron a los trabajadores echados por Macri, jamás leerán esas palabras, y, de leerlas, tildarán de comunista al obispo y buscarán a su Billy el niño para dejarles el campo orégano. Hay sectores para los que la democracia es sólo disciplinar al débil, que cuando organicen su mayoría, mandarán a parar la ignominia. «