La CNV investiga el entramado económico que sostuvo a la dictadura, que en 1976 ordenó "liquidar" las tenencias estatales en los grupos privados. Un punto clave fue el copamiento de esa entidad, que llegó a ser dueña de hasta el 40% en 350 empresas.

En 1976, a partir de planes de ayuda en crisis desplegados por el Estado, el Banco Nacional de Desarrollo (Banade) tenía participación en unas 350 compañías privadas. Durante la dictadura cívico militar, la pata empresario financiera del terrorismo de Estado liquidó casi toda esa participación estatal. Lo hizo de modo acelerada, sin transparencia y en condiciones desventajosas.
Los restos del Banade fueron finalmente liquidados durante el menemismo. Pero, más de 20 años después, vuelve el debate con el proyecto de ley aprobado en el Congreso para proteger las acciones estatizadas de las AFJP en empresas privadas y crear una agencia que las administre y controle. El proyecto busca justamente impedir que suceda lo que ocurrió en la dictadura con la reprivatización del patrimonio del Estado.
La Oficina de Coordinación de Políticas de Derechos Humanos de la Comisión Nacional de Valores (CNV) investiga desde hace tres años el entramado financiero y económico de la dictadura. El equipo, confirmado por Bruno Napoli, Sebastian Juncal, Edgardo Álvarez, Emiliano Gullo y Marilina Winik, avanzó recientemente sobre el Banade y su rol entre 1976 y 1983.
El Banade fue creado en los '70 como heredero del Banco Industrial y continuador de su política para financiar proyectos productivos de mediano y largo plazo. Con el golpe de 1976, tenía acciones en unas 350 empresas. La participación del banco era entre 20 y 30%, pero en algunos casos llegaba a más del 40 por ciento, dijo Juncal en diálogo con este diario.
Esas acciones las había adquirido el Banade a partir de los programas de rehabilitación y recuperación de empresas en crisis, mediante los cuales el Banco absorbía la deuda fiscal y previsional a cambio de acciones.
Así, se hizo de participación en empresas como las automotrices Chrysler y Volkswagen, los ingenios Ledesma y Tabacal, Austral, Perez Companc, Papel Prensa, Techint, así como firmas comerciales, industriales, agropecuarias, financieras, entre otras.
En agosto de 1976, la CNV recibió la instrucción de Hacienda para liquidar esas tenencias accionarias del Banade. Para cumplir con las formalidades de la ley, se inscribió al banco en el mercado extrabursátil. Es decir, para permitirle vender las acciones por fuera de la Bolsa de Comercio y el Mercado de Valores. Se trata de un mercado de negociaciones bilaterales que era controlado directamente por la CNV”, explicó Juncal.
Y agregó: “A partir de ese día se inició una vorágine de ventas que hasta el 30 de junio de 1980 liquidó casi todo: participaciones en 236 empresas y liquidación y quiebra de otras 46. Se malvendió la gran mayoría porque, en un contexto inflacionario, era muy complicado determinar el valor de las empresas. Luego de la reforma financiera y la ley de inversiones extranjeras, ingresaba capital desde afuera que no era regulado y compraban con muchos beneficios en un contexto de devaluación del peso. En muchos casos, compraban para liquidarlas directamente”.
La compra de esas acciones fue realizada por empresas de capital nacional que provecharon el contexto para comprar a la competencia y crecer. El rol de la CNV era autorizar las propuestas de ventas de paquetes accionarios pero no se hacía cargo de lo que valía la empresa ni de la oferta que se hiciera, ya que era su intervención era meramente procedimental. “Era un documento en blanco al Banade para que las negocie, y el directorio del banco en ese período estaba plagado de empresarios de grupos económicos con conflictos de intereses con las operaciones de venta”, detalló Juncal.

Directores
A través de los años en el Banade hubo directivos vinculados con las principales empresas argentinas, como Carlos Pérez Companc, Alejandro Bulgheroni (Bridas) y Enrique Patrón Costas (San Martín del Tabacal), todos antes del golpe.
A partir de 1976, los principales puestos fueron ocupados por banqueros e industriales. Ese año asumió el cargo de presidente el banquero Carlos Conrado Helbling, cercano al entonces ministro de Economía, José Martínez de Hoz, y miembro de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), que defendía las políticas de liberalización económica llevadas adelante por el régimen. Ya en ese momento, la organización Montoneros lo acusaba de utilizar su rol en el Banade para comprar acciones en empresas a bajo costo.
Entre sus directores figuraron Rodolfo Lanús de la Serna, que fue presidente del Bank of New York y luego presidente del Banco Provincia en 1981, y Cayetano Licciardo, funcionario de varias dictaduras.
Entre 1978 y 1981, Egidio Iannella se hizo cargo del Banade. Antes había sido presidente del BCRA, vice del Banco Federal Argentino, director del Banco Federal de Inversión y fundador de Visa Argentina. Lo siguieron en el cargo Celestino Carbajal, empresario industrial y banquero, y, en 1982, Rafael Antonio Vila, empresario que luego representó al dictador Emilio Massera en el directorio la Empresa de Desarrollos Especiales, de fábrica de armas.

Debacle
Según la información relevada por la Oficina de DDHH, el colapso del Banade se produjo a partir del financiamiento de grandes proyectos industriales. Entre 1976 y 1982 tomó deuda en moneda extranjera para subsidiar a los grandes grupos económicos afines a la dictadura, como Papel Prensa, Loma Negra, Dálmine Siderca y Papel del Tucumán. También perjudicó las arcas estatales la decisión de nacionalizar la deuda en dólares de algunas empresas, como Celulosa Argentina.
Al finalizar la dictadura, en 1983, era el banco más endeudado en moneda extranjera, con el 23,5% del total de la deuda, número que triplicaba al Banco Provincia, que le seguía en esa lista.
Acciones estatales
Juncal destacó la reciente aprobación del proyecto que evitará una liquidación similar a la del Banade con la participación estatal -vía Anses- en empresas privadas. Para vender esas acciones, ahora se necesitará de dos tercios del Congreso. Para el historiador, ese proyecto “se debería vincular con una política industrial más general y con nuevos instrumentos de financiamiento. «